Tara. La Buda. Una imagen para el femenino iluminado

En este cierre de año acompañado por el gran influjo de la luna llena, conviene convocar  al principio femenino divino, esta vez, en la imagen benevolente de la gran Tara del Tíbet, quien como una Madre consoladora, nos abrace en su compasión activa llevándose los dolores de las pérdidas y transformándolas en sabiduría y esperanza.

Cuenta la leyenda que Tara fue una princesa llamada Yeshe Dawa, que significa «sabiduría equiparable a la de la luna», había alcanzado a través de su dedicación, ejercicio disciplinado y amor compasivo incondicional, una etapa en la evolución espiritual que le permitía elegir su futura reencarnación.   Un monje le felicitó por su logro y le sugirió que  ahora podría encarnarse en un hombre y llegar así a la iluminación.   Tara agradeció su consejo, pero le contestó lo siguiente:

Foto by: Ángela Ramírez

-Desde ahora hasta alcanzar mi completo proceso de iluminación, me reencarnaré tan sólo en una mujer y alcanzaré este propósito únicamente en forma de mujer, como modelo e inspiración para todas las mujeres de este mundo.  

¡Una mujer iluminada que decide iluminar a las mujeres!.  Grandiosa imagen que trasciende los viejos y rancios paradigmas de religiones que han visto a la mujer como algo secundario, sobre todo,  temido y lejos del espíritu.

Así Tara se convirtió en el principio femenino de liberación y sabiduría, su nombre significa desde entonces «mujer libre», «noble liberadora», «la iluminada»; por ello se le conoce también como La Buda Femenina y Madre de los budas y bodhisattvas (término propio del budismo que alude a quienes buscan la iluminación, no sólo la propia sino la colectiva a través de la vía y práctica de la compasión).

La imagen de Tara en estos momentos me trae entonces refugio y consuelo, me recuerda que el principio femenino en su multiplicidad abarca también el aspecto de Madre Espiritual, madre que nutre el sentido de vida en medio de las dificultades.  En la etimología de su nombre encontramos imágenes como «hacer atravesar», «salvar», «liberar», por tanto, ampara y acompaña en el camino.

La iconografía y mitología del budismo tibetano es preciosa en su forma y compleja también en su contenido, pero lo que sí es cierto es que la diosa madre Tara es una de las deidades que está a la vez presente tanto en la vida cotidiana de los monjes, como en el desarrollo de sus preceptos espirituales en busca de la iluminación.  Se le convoca sin mediación alguna, a través de rezos u oraciones preciosas, como cuando llamamos sin más a mamá en busca de consuelo. Una vía muy femenina, directa, sin intermediarios y desde la experiencia, por esto su imagen ha reforzado el camino espiritual de las mujeres y es esencialmente símbolo de la energía femenina totalmente desarrollada, la que es irradiada por los diferentes rostros de la diosa.

Tara es venerada en 21 formas divinas diferentes, pero se reconocen muy especialmente dos:  La Verde Tara como madre de la compasión, es protectora, despeja los miedos y ahuyenta a los enemigos  y  Tara Blanca expresando la máxima inteligencia de la divinidad, manifestada en curación y sabiduría.

A esta imagen arquetípica del divino femenino se le convoca, se le reza, se le honra y se le canta. 

Su mantra asociado es:  OM TARE TUTTARE TURE SOHA

Y una plegaria:

Bendita seas, Tara amada, protectora.
Ven y rodéame de las sagradas virtudes.Acógeme en tu bondadoso auxilio y levántame de las precipitaciones de los miedos.Libérame, libera, libéranos  madre de todos.  Que la libertad sea en amor y compasión para todas las criaturas.Bendita seas.

Es mi deseo para este cierre de año que esta luna llena de energía femenina materna, nos aliente y fortalezca para el nuevo ciclo.  Que la imagen arquetípica de la Verde Tara, se asome a través del brillo lunar y nos entregue un reflejo de lo que realmente significa la compasión y benevolencia hacia nosotros mismos y el mundo.

Plácida noche de luna llena y un grato y renovado año 2021

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