Sobre cómo llego al estudio de la alquimia:
Textos y experiencias:
La alquimia como el estudio experimental de los fenómenos y materiales de la naturaleza, buscaba (entre muchos otros secretos) aquél preciado elemento que pudiera convertir los metales en oro así como hallar el elixir de la vida. Tuvo su auge en el siglo XII, pero reúne desde la antigüedad información arcana de diferentes fuentes como la egipcia, árabe, griega y judía; es una fuente inagotable de símbolos. Un grandioso intento por comprender y trascender los principios y desarrollos de la vida natural desde la constitución de la materia hasta su posible devenir espiritual.
Este legado del inconsciente colectivo me sedujo en su riqueza simbólica e imaginativa, me abrió un horizonte de integración en el camino psique-materia y a través de lecturas y experiencias, me trajo mucha alegría al poder apreciar la actualización de esos saberes eternos del alma.
A la alquimia y su misterio llego a través de los sueños, los propios y los de algunos pacientes. Lo onírico, como es ya bien sabido, es material fundamental en la psicología analítica y allí, en esas historias contadas por la psique inconsciente, fueron apareciendo símbolos e imágenes cada vez más asociadas a extraños procesos de transformación (caos, fuego, destilaciones, ahogos, despedazamientos, putrefacción, altos vuelos, letargo, etc.) que de manera bellamente cifrada, iban señalando momentos de grandes cambios en mi vida y momentos muy importantes también en los procesos terapéuticos.
Además de los textos de Jung con sus derroteros para navegar y explorar la psique, y el proceso de individuación como metáfora alquímica por excelencia, expuesto en su importante obra: Psicología y Alquimia, llega también a mis manos un texto que recomiendo a todo aquel a quien le guste nutrirse de material simbólico de la historia, la mitología y la magia: El Celador, de Mark Hedsel. Y en ese texto sí que me reencontré con símbolos e imágenes alusivos a la alquimia; también entendí la idea de la importancia de ser «dignos e iniciados» en la continua búsqueda de conocimiento, un conocimiento no sólo de corte intelectual, sino una sabiduría encarnada y conectada con las múltiples manifestaciones de la vida. Pero sin lugar a duda es la analista Marie Louis von Franz quien logra dilucidar magistralmente en sus conferencias sobre la alquimia (Alquimia. Introducción al simbolismo. Luciérnaga. 1980) la profundidad e importancia de este estudio para el acercamiento a los procesos y estados del alma.
Las emociones, los cambios en el transcurso de una vida, las iniciaciones espirituales, la muerte, la creatividad, la madurez, el amor… y la mayoría de experiencias e imágenes que se movilizan en un contexto terapéutico en el que realmente se valore y estimule la transformación, se visibilizan también en los símbolos alquímicos. Saber de ellos, o mínimamente estar atentos a su emergencia, nos amplía el territorio en la exploración y en el arte de acompañar en el cambio. Tales símbolos nos comunican sobre las fuerzas de la psique buscando la integración.
Las imágenes de la alquimia nos enseñan a aceptar y conocer la oscuridad de la personalidad básica, experimentar los movimientos del alma con todas sus exigencias, transmutar y transmutar, o como reza uno de los principios alquímicos: “Mantén el fuego siempre ardiendo como el fuego suave de primavera”. Hacer de las crisis “calcinaciones” de las cuales sólo quede oro, ¡gran símbolo alquímico! O asirse a una piedra que soporte las inclemencias de los climas psicológicos y nos otorgue fuerza anímica: “El trocito de terreno sólido donde uno hace pie, se va fortaleciendo y lentamente se convierte en algo sólido de modo que uno tiene cada vez más la sensación de que probablemente nada de lo que pueda venir volverá a destruirlo. Y no es rigidez, pues es una roca de donde mana agua de vida, significa ser flexible, pero inconmovible. Firme, no duro”. (Marie Louis von Franz)
Estoy plenamente convencida de que en todo proceso creativo (y concibo la psicoterapia como tal) se actualizan éstas y muchas otras imágenes alquímicas y, presumo, intuyo, presiento, vislumbro y comprendo un poco, que en el centro del universo de la alquimia habita un secreto, un arcano sobre el real sentido de esa incesante transformación de la materia y del alma humana: el secreto de la consciencia del oro, aquel que nos brinda el inconsciente, el conocimiento de ese Brillo permanente (el sí mismo) esquivo y potente en la vasta oscuridad; ya sea simbólico, ya sea literal, todo depende de los desarrollos y usos de la propia consciencia junto con la aceptación y la humildad frente a natura y los materiales humanos y divinos que nos componen.
La Gran Obra de una vida humana quizá radique en su constante transformación y la eternidad en la aceptación del perpetuo cambio.
Imágenes del mundo Alquímico:
Y, para terminar, el sujeto que hace la Obra, la Obra y el lugar de realización son piezas claves para entender la simbología de la alquimia y su “parentesco” con la psicoterapia y sus procesos. Aquí una bella descripción que me encontré de Fulcanelli:
«Con su cortejo de misterio y de desconocido, bajo su velo de maravilloso iluminismo, la alquimia evoca todo un pasado de historias lejanas, de relatos miríficos, de testimonios sorprendentes. Sus singulares teorías, sus extrañas recetas, el renombre secular de sus grandes maestros, las apasionadas controversias que suscita, el favor de que goza en la edad media, su literatura oscura, enigmática, paradójica, nos parecen emitir hoy un olor polvoriento, de aire enrarecido como el que adquieren, al contacto con los años, los sepulcros vacíos, las flores muertas, las habitaciones abandonadas, los pergaminos amarillentos.
¿El alquimista? Un viejo meditabundo, la frente grave y coronada de cabellos blancos, silueta pálida y sarmentosa, personaje original de una humanidad desaparecida y de un modo olvidado; un recluso obstinado, abovedado por el estudio, las vigilias, la búsqueda perseverante, el desciframiento empeñado de los enigmas de la alta ciencia. Tal es el filósofo que la imaginación del poeta y el pincel del artista nos han presentado.
¿El laboratorio? Una cueva, celda o cripta antigua, que se ilumina apenas por una luz triste que difunden los ventanucos tejidos de polvorientas telas de araña. Es allí, sin embargo, en medio del silencio, que poco a poco se realiza el prodigio. La infatigable naturaleza del hombre, con la ayuda de los astros y con la gracia de dios, le empuja a su labor oculta, a su tarea ingrata y ciclópea, tan amplia como una pesadilla. En el centro de este In pace, un ser, un sabio para el cual no existe otro mundo, ninguna otra cosa, vigila atento y paciente, las fases sucesivas de la gran Obra…» (Fulcanelli. Las Moradas Filosofales).
Hoy amanecí pensando en la alquimia y quiero soñar con sus secretos.