Memorias de Adriano

He terminado de releer «Memorias de Adriano» de la escritora Belga Marguerite Yourcenar.  Cierro el libro y también los ojos, luego aparece el recuerdo de la última vez que leí su final hace 6 años a partir de una reflexión en terapia a propósito de la vida y la muerte.  Hoy mi reflexión continúa sobre esos asuntos y el destino que los cruza.

Imagen tomada de Memorias de Adriano

Siempre me han fascinado las biografías y las novelas históricas, pero pienso que la Margarita va más allá, mucho más allá hacia lo más subjetivo pensado y escrito en estas memorias sobre una inmensa personalidad como la del emperador; un pensamiento casi poético y escudriñador del corazón, mente y visión de Adriano.

El poder y la conciencia del uso de ese poder como arquetipo encarnado en la vida de un hombre quien realizo su destino y fue digno del acontecimiento de su propia existencia, bebiéndose toda la copa sin ambages, pero tampoco con premuras innecesarias; degustando cada sorbo de la experiencia ligada a la arrogancia de un dios con excesos y libertad.

Un hombre de nuestra historia, quien plasmó en la historia de occidente un nuevo camino de «conquista» cambiando muchos de los tradicionales formatos de ese movimiento imperial romano. Construir, deconstruir, expandir un imperio, preservarlo, mantenerlo, prolongarse en obras visibles y arquitectura prodigiosa; al tiempo y con tiempo de, según esta lectura, pensar y pensarse sobre ello, eh ahí, su magna obra.

Como bien dice la autora: «con un pie en la erudición y otro en la magia», este texto se mueve entre lo posible estudiado y rastreado sobre un personaje y el atisbo de lo insondable y desconocido puesto magistralmente en las letras de la Yourcenar.

Un emperador que vive y sabe que va hacia su muerte, el hombre sin límites confrontado con las limitaciones del cuerpo y la enfermedad.  A través de la escritura de Marguerite vemos a Adriano y a través de éste, su época: las prácticas de la vida cotidiana, el ejercicio del poder, la búsqueda de la paz y las concesiones que trae la guerra; ambiciones humanas individuales y colectivas; Grecia y Roma fundacionales para occidente. 

Un viaje entonces psíquico, mítico, geográfico e histórico. Las memorias y reflexiones de la travesía por el mundo propio del emperador me dejan con dos grandes preguntas:

¿Cuánto logra un hombre saber sobre sí mismo mientras vive? Y ¿Cómo entrar a la muerte con los ojos abiertos?

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