ENERO. PRESTA ATENCIÓN A LOS SUEÑOS. A LOS PRIMEROS SUEÑOS

Dreaming of walking near Fuji

«Soñamos porque así nos habla el alma».

Marion Woodman

Quienes estudiamos los sueños sabemos la cantidad de información que éstos nos comunican y nos ayudan a procesar.

Podríamos pensar que en el universo todo es información, y en el momento del sueño, si tenemos unos buenos hábitos de dormir y conciencia, nuestro cuerpo energético sale a rastrear información necesaria para la vida y evolución.

Teniendo en cuenta esto, además de la noción de patrones que se repiten en un campo y tiempo determinados, en este caso, el campo de nuestra alma, cobra relevancia prestar especial atención a los primeros sueños del año que inicia, que serían atisbos, mensajeros, primeras piezas de la dinámica por venir. Información semilla que se irá desplegando en el nuevo ciclo, en el nuevo año.

El analista Carl Gustav Jung, por ejemplo, pensaba que el sueño que el paciente tenía antes de la primera sesión de análisis ya solía brindar datos y pistas sobre el tratamiento y su evolución.

¿Qué sabe el alma del tiempo por venir?

Yo pienso que sabe bastante y precisamente algunas tradiciones nos lo recuerdan como la japonesa.

Hatsuyume: El primer sueño del año:

Para los japones los primeros sueños recordados del año que empieza (hasta el 2 de enero) se conciben como augurio y se les trata de dar significado según su simbología. Los potentes símbolos como el monte Fuji, su montaña sagrada, la berenjena y su rápida madurez y el halcón que anida en las cumbres del monte, eran indicios de buena fortuna durante el resto del año. Todos ellos símbolos de encumbramiento, altura y elevación.

Esta bella práctica alojada en las creencias de una cultura específica como la japonesa nos reafirma la importancia de darle un lugar, un espacio, un tiempo y sentido a los primeros mensajes de nuestra sabiduría interior en esos primeros días de enero en donde todo está más calmo, silencioso y la mente puede ser de nuevo pizarra en blanco, campo fértil por labrar o simplemente contamos con mayor descanso.

Me apetece traer hoy esta inspiración junto con la sana advertencia de que quizá no tengamos «grandes sueños» al inicio del 2025, pero cada uno, por más simple o extraño que parezca, nos abre una puerta de entrada a las revelaciones y experiencias por vivir en el nuevo ciclo; a lo mejor también, ya es necesario vincular nuestros propios símbolos asociados a la bienaventuranza sin necesidad de encumbramientos, como pueden ser objetos, ambientes y paisajes del cotidiano de cada uno. El alma asciende y desciende cíclicamente y en los descensos hay mucho crecimiento y arraigo, fortuna y humanidad.

Les sugiero entonces, anotarlos, darles un título especial, escoger un símbolo que aparezca en ellos y tratar de recrearlo en la realidad consciente, es decir, darle forma y expresión. Jugar con lo primero que llegue como niños iniciando un camino con curiosidad y exploración.

Mi monte Fuji por ejemplo, es la montaña donde vivo. Mi berenjena es la naranja de la mañana y mi gran halcón, es mi gato. 

¿Cuáles son los tuyos?

Presta atención a tu Hatsuyume.

Les deseo maravillosos y lúcidos sueños para este 2025.

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