Hoy amanecí pensando en algunos protagonistas del reino del lenguaje: los libros, quienes con su gran aliada la imaginación, nos llevan de la mano por múltiples escenarios, territorios, mundos y oportunidades.
En los libros he encontrado una puerta siempre abierta, un portal hacia infinidad de rutas y universos posibles. Recuerdo el primer libro que leí: «Viaje al centro de la tierra» de Julio Verne, o mejor, mi primera experiencia con un libro, pues apenas contaba con 8 años y si bien ya sabía «leer», el nivel de comprensión lectora era el de una niña, es decir, era la pura Imaginación. Esa niña, leía y leía, juntando letras y organizando palabras, simplemente para viajar al centro de la tierra. Ese recuerdo viene también acompañado del aroma de las hojas amarillitas y de la agradable textura de la tapa negra aterciopelada de aquel objeto, vehículo, nave, que transformaba una tarde cualquiera, en todo un viaje.
Por esa misma época pasaban por la tv. un programa infantil en donde me prometían: «en los libros hallarás el tesoro del saber» y yo les creí, y empecé entonces a reconocer en esas «claves secretas» la posibilidad de aprender y lograr un día acceder a ese tesoro.
Con los libros llegaron entonces las palabras raras y bonitas, las historias, las experiencias de otros, la poesía. Llegaron las cartas, los cuentos, las novelas. Imágenes cada vez más nítidas sobre aquellos signos, figuras y símbolos plasmados en papel. El «había una vez» y el tan a veces temido «fin» hacían parte de los protocolos más sencillos para comunicarme con esos nuevos compañeros.
Así como los amigos, hay libros más cercanos que otros, infaltables en la mesita de noche, de constante comunicación e inspiración; otros en cambio, distantes y con los que el debate y el ejercicio del bien pensar son la única vía. Puedo decir que, como algunos íntimos amigos, hay libros que me han salvado de penurias, tristezas y vacíos. Libros iniciáticos, mistéricos, laberínticos. También están los cortos amores furtivos, el libro de paso, el que te acompaña en un viaje, el que te encuentras en una salita de espera. Quizá en eso consiste gran parte de su magia: que hay de todo y para todos, que cumplen deseos.
Particularmente valoro aquellos textos exigentes, que van entregándote en la medida de tu perseverancia, y que sin ser pretenciosos ni ostentosos, seducen los rígidos esquemas de la razón para abrirlos hacia nuevos horizontes.
En los libros el pasado, el presente y el futuro, en ellos, el tiempo. Fueron, son y serán para mí, eternos maestros de la vida y el lenguaje.