Libro recomendado: Conociendo a la Mujer. Irene Claremont de Castillejo

«ELEVAR LA IMAGEN DEL ALMA FEMENINA DE LA MUJER, DIRECTAMENTE A LA LUZ Y ECHARLA EN LA VERDE Y CRECIENTE GRAMA DE LA CONCIENCIA.»

Esta es la valerosa y difícil tarea a la que nos invita Irene Claremont de Castillejo, analista Junguiana, quien en su libro «conociendo la mujer», publicado por primera vez en 1967, pero sorprendentemente vigente, indaga a profundidad y con una sabiduría dada por la experiencia, la psicología de la mujer.

De la mano de los conceptos de la psicología analítica, y con el agradable tono de los analistas de primera generación, cercanos a Jung y a sus conceptos originales, Irene expone en cada capítulo algunas de las raíces del mundo psíquico femenino que fundamentan las acciones, decisiones y las relaciones de las mujeres tanto con su aspecto contrasexual (el animus) como con los hombres.

Grandes son las particularidades de nosotras las mujeres y grandes y peligrosos también muchos supuestos alrededor de la psicología femenina en tiempos de cambios respecto a los roles sociales, el género y las expectativas frente al lugar ocupado por la mujer en la relación de pareja por ejemplo, y en el mundo actual.

Siempre he pensado en la responsabilidad generacional que tenemos las mujeres de hoy, en atender las secuelas  de transición y cambio de paradigmas sobre el «ser mujer»; y/o al menos la necesidad de ser conscientes en que si bien estos cambios suelen darse como apertura y desarrollo social, no siempre van de la mano con el ritmo propio de acople y adaptación femenino; por  lo que creo, conviene ante todo no negar los estragos que dejan los ideales y el lugar de confusión cuando las imágenes internas no coinciden con las propuestas por el  «deber ser» y están aún en constante transformación junto con los movimientos y nuevas necesidades socio-culturales.

Es por todo esto que este libro me parece tan pertinente para la comprensión de las dificultades actuales en las relaciones.  En el lenguaje de la autora, las dificultades en los «Encuentros» y desencuentros entre hombres y mujeres que reflejan las diferencias fundamentales del ser hombre y ser mujer.

Dice Irene:

"Pienso que el no estar preparado para un encuentro merece que se le dé una mayor consideración.  La mujer, en particular piensa que la relación es lo más importante, por ello insiste en decir todas las verdades, por más crudas e impropias que sean o inoportuno el momento en que se dicen.  Si el hombre no está listo para el encuentro o para enfrentar una verdad ante la cual no se siente preparado, se sentirá una víctima y experimentará el dolor de ver cómo sus más profundo y delicados sentimientos son pateados en nombre de la verdad (…).  Igualmente se siente la mujer cuando es urgida a expresar algo que ni siquiera puede formularse internamente, aunque quisiera.  Estos intentos de la comunicación forzada pierden su efecto mágico y son más bien destructivos".

Situaciones de este tipo son planteadas diariamente por hombres y mujeres en el consultorio, quienes parecen estar muy adaptados a los mandatos culturales de independencia, éxito y reconocimiento, pero que en sus profundidades psíquicas se siguen planteando interrogantes arquetípicos frente al amor y las relaciones; y con mucho sufrimiento, la intención de adoptar a toda costa las nuevas formas de «estar en el mundo» al tiempo que el alma desde su inconsciente, les sigue hostigando con esas necesidades muchas veces ahora subestimadas, de encuentro y comunicación.

El movimiento de la polaridad que convoca la creatividad, se visibiliza actualmente también como inversión de roles, no siempre creativos, y más allá de esto que en la superficie se observa, se da un aumento en la tensión de opuestos inconscientes que impide un movimiento fluido y genera mucha frustración en hombres y mujeres además de relaciones estériles.

En este sentido, propone la autora la necesidad de la mujer de no desconectarse de sus aspectos femeninos esenciales, por más logros y cualidades masculinas haya integrado; es decir, no dejar de iluminar su alma, de hecho, iluminarla con la luz de un aspecto masculino amigo y no adversario como suele suceder a menudo cuando se presentan los síntomas y decaimientos en su energía vital.  Al respecto, nos dice la autora:

"La tendencia actual, tanto en hombres como en mujeres, es tomar las características menos vitales del otro sexo, y al hacerlo, perder contacto con sus verdades fundamentales.  Creo que este estado de cosas es transicional, pero mientras dure, tiene efectos desastrosos.
La mujer ha olvidado con su actual énfasis en la carrera y la independencia económica, que tiene un rol hacia el hombre que es inherente a su naturaleza, rol que no es compartir sus intereses, ni alimentarlo, ni ser madre de sus hijos, ni compañera sexual sino, por encima y más allá de todos estos, su rol es como siempre ha sido, servir de mediadora entre el hombre y sus propias inspiraciones creativas, ser un canal a través del cual las riquezas inconscientes del hombre, sus intensidades, pasiones y violencias, puedan fluir y ser mejor canalizadas con su presencia real como mujer y no como hombre competidor."  Y continúa, “Siento mucha desconfianza de la tendencia actual de las mujeres a vivir tan acentuadamente su aspecto masculino en profesiones y trabajos y del hombre a enfatizar sus aspectos femeninos más sensibles y receptivos.  Temo que esto esconde un peligro extremo, bajo la apariencia engañosa de una mayor totalidad individual. (...)No hay duda, con raras excepciones que lo masculino en la mujer es inferior, en calidad, al del hombre. Es menos original y flexible.  Tiende a impresionarse por organizaciones y teorías que la lleva al exceso, porque el poder masculino de enfocar se pierde en ella.  Entonces se hace obsesiva a los detalles y las regulaciones.  Está menos dispuesta que el hombre a hacer excepciones, ya que su lado masculino es impersonal y no toma en cuenta las necesidades humanas de cualquier hombre o mujer particulares.

Lo mismo se aplica a lo femenino en el hombre.  Es menos vital y dinámico que el de la mujer.  Lo femenino en la mujer no es, solamente pasivo o receptivo, es despiadado en su servicio a la vida por aquellas vidas particulares que le conciernen.  Es tan implacable como la naturaleza: no hay límites para lo que una mujer pueda hacer por el bienestar de su familia o de aquellos a quienes ama.  Lo femenino en el hombre, por otra parte, es suave y gentil, pero le falta el inexorable servicio a la vida.

Tal como el de la mujer, el aspecto contra sexual del hombre es siempre impersonal.  Y esto es lo que hay que recordar:  las fuerzas del inconsciente, en la mujer y en el hombre tienen el dinamismo, pero son inhumanas e impersonales".

Este tipo de afirmaciones están presentes en todo el texto inspirando una reflexión que como dije, aún es vigente:  la responsabilidad en la consciencia de las relaciones con nuestros aspectos psíquicos polares (masculino-femenino) y el reflejo de esto en las relaciones entre hombres y mujeres, que en última instancia es lo que nos hace humanos y crear el mundo en el que vivimos.

Les recomiendo entonces realizar esta lectura con la sensibilidad y receptividad femenina y con la focalización y discernimiento masculino.

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