Me ha salido del lagrimal izquierdo un pedacito de una enorme tristeza vieja, tiene forma de gota de rocío y trasluce mucho pesar en mí.
Creo que tendré que dejarla caer y acompañarla en su recorrido por las nuevas líneas de mi cara, con un silencioso adiós. Un adiós pronunciado hace años y que hoy se hace agua.
Las emociones son así, como el agua, recorren surcos profundos del alma y salen por las hendijas del cuerpo en llanto u otras manifestaciones acuosas. Esta tristeza es un poco así, aunque a veces otras emociones también son fuego volcánico asaltando las entrañas.
Me pregunto qué movimiento inconsciente, profundo, álmico, estará ocurriendo-me que hoy bajó esa gota. Este diminuto arrollo parece que trae recuerdos y baña los miedos actuales asociados a otro tiempo.
Ahí va mi pequeño rocío hecho lágrima, lo acompaño como quien ve partir algo que sabe no volverá. Al hacer agua la tristeza puedo fluir y nadar en ella, bañarme, limpiarme, refrescarme como con esos rocíos mañaneros que anuncian un despertar en las plantas, en lo vivo. Ahora mis dos ojos están más despejados, bendita lágrima, bendita gotica aclara visión.