Un día para agradecerle a la vida el regalo de poder acercarme al mundo de la danza. Y un día para recordar que las aptitudes son dones del cuerpo que se pueden desarrollar, reconocer, hacer alma; que nos humanizan y que al mismo tiempo también nos acercan a ámbitos de conciencia más ampliados.
En el don, el regalo,
En el regalo, el servicio.
En el servicio, el aprendizaje, y en éste, de nuevo el regalo del destino consciente. Y así, de esta manera he vivido mi danza.
Como descubrimiento del cuerpo femenino, he bailado mis edades, he aprendido a ser humilde con mis ritmos y celebrarlos todos.
Como disciplina artística he aprendido técnicas y figuras, formas y posturas, pasos y movimientos de diferentes danzas: la estructura del ballet, la fuerza de las danzas africanas, las raíces de nuestro folclor, las cadencias de oriente, la paz de las danzas sufis.
Bailando viajo.
Como oficio, he enseñado a bailar, y de paso, en paso, me descubrí enseñando también a sentir lo bailado, a moverse con más consciencia y gracia. Bailando he recibido recursos para seguir bailando.
Como arte, me he encontrado con la belleza del cuerpo y su perfección. Y en el arte del movimiento, la metáfora de la vida. Bailando catalizo y simbolizo procesos.
En terapia, he acompañado a muchas personas en la valentía de conocer y expresar sus propios movimientos, en escuchar sus ritmos y en hacer de la imagen psíquica un movimiento que conecte cuerpo y alma, que cure dolores y alegre la existencia.
Como experiencia íntima, he bailado para saber, para ser, para orar y cantarle con mi cuerpo a la gracia, a la naturaleza, al Amor. Bailando honro a los antepasados, despido a los muertos y me comunico más profundamente con los vivos.
No he recibido muchos aplausos, he sido bailarina invisible, por eso al bailar puedo tocar y mover lo que no se ve. Ese ha sido mi estilo, bailarina de presagios y silencios. Pero hoy sí quiero aplaudir a quienes fueron mis maestros, alumnos, pacientes, compañeros. Aplaudo al que se atreve a bailar en la calle, en el escenario, en solitario y en compañía, aplaudo al que baila sus angustias, dolores y alegrías.
Aplaudo al órgano de la vida que nunca cesa su danza: el corazón (físico y simbólico) cuyo baile constante nos garantiza la presencia y estancia en esta tierra.
Hoy bailo entonces para que la danza con corazón pueda seguir siendo ese lugar en donde la experiencia de ser humanos se impregne de sentido, belleza y vitalidad.
Que belleza Angela!
Me encantan tus palabras y me inspiras!
Un gran abrazo!!!
Me alegra que te inspire y conectes con mis palabras. Ese es mi deseo con este espacio. Un gran abrazo para ti también.