-Nunca lo conocí.
-Murió cuando era niña.
-Abandonó a mi madre cuando ella estaba embarazada.
-Es el hombre más importante en mi vida.
-Es alcohólico y maltrataba a mi madre, por eso nos fuimos de casa.
-Es la luz de mis ojos, soy su consentida.
Estas son algunas de las más comunes respuestas de mujeres en el consultorio ante la pregunta por papá.
La figura del padre, por lo menos en nuestra cultura, está muy teñida por la ausencia y enmarcada en imágenes muy ambivalentes de abandono y rechazo o sobreprotección y autoritarismo; entonces, bien sea por carencia o exceso, la figura del padre permanece poco nítida en el espacio psíquico de una mujer, pero no por ello, desprovista de huellas de dolor o heridas por sanar.
Gran parte de estás heridas se expresan en una falta de confianza en sí mismas y en problemas para relacionarse. En casos más complejos, en una autoimagen muy distorsionada, problemas de personalidad y en el establecimiento de relaciones poco sanas.
Así como la relación madre-hija, la relación padre-hija se constituye en uno de los pilares y fundamentos para el desarrollo de la idea, noción y experiencia sobre quiénes somos y sobre cómo nos movemos en el mundo. Por ello, es vital y enriquecedor profundizar, identificar y atender las heridas emocionales o secuelas implantadas en esa relación.
Tanto en padres como en hijas, el sistema patriarcal vigente reproduce sus estragos en la desvalorización de lo femenino y desconecta a muchos hombres y mujeres de sus esencias psíquicas masculinas, generándose así una sobrecompensación manifiesta en el abuso de poder, necesidad de control y violencia, entre muchas otras. Sin embargo, también se observa una nueva generación de padres interesados en construir una relación con sus hijas más cercana y auténtica, siendo valientes en el desafío de conectar y aprender de sí mismos y construir nuevas formas de asumir la experiencia de Ser Padre.
El camino para esclarecer la figura del padre en el espacio psicológico de una mujer es un trayecto largo y necesariamente continuo, pues va muy de la mano de las experiencias y vivencias con los demás hombres de la vida y con las cualidades masculinas que se van habilitando para el beneficio de la personalidad total.
En este recorrido, como suele ocurrir en cualquier proceso que valide las imágenes del alma, son los sueños los que van marcando la pauta y van revelando los movimientos y las necesidades más genuinas de la psique como la conexión e identificación de un Padre Interno, más arquetípico, instaurador de una función paterna que se vaya haciendo visible en la vida cotidiana de la mujer, como por ejemplo, en la administración del tiempo, en la capacidad de fijar límites, la relación con el trabajo, la voluntad dirigida y la toma de decisiones.
Las emociones también acompañan el proceso, pues la fuerza paterna amplía el campo emocional hacia zonas seguras para ejercer el poder personal y poco a poco ir soltando el control ilusorio desde el miedo. Papá empieza a estar y a operar desde el mundo interior ya no para castigar sino para orientar, ya no para huir, sino para hacer presencia confiable. El padre personal o biológico se va comprendiendo como un modelo masculino de algo que es más profundo y poderoso y al poner orden y conciencia en esa relación personal, el poder más arquetípico se expresa.
Aunque es un movimiento natural al inicio de la confrontación con las heridas, rechazar al padre no es viable, pues al rechazarlo se rechaza también el propio poder; se trata entonces de acoger la experiencia de la relación con todos sus colores y matices (dolores e inspiraciones) y permitir que brille esa otra información más genuina (la función paterna guía y presente), esa es la opción para seguir conformando esa familia interna que nos sustenta.
Humanizar al padre no es tarea sencilla, se requiere diferenciar los elementos negativos, disolver su influjo nefasto en la vida al presentarse en forma de síntomas o malestares, y además bajar de las alturas al padre idealizado. Así se irá activando el principio paterno de poder y fuerza interior para lograr ver a la persona del padre como un hombre. Reconfigurar esa esencia masculina para saber dónde está papá realmente.
Papá está en la experiencia de conexión con el mundo, Y si no está allí, habrá que buscarlo hasta que su presencia brille en nuestro interior como el sol, ese gran padre generoso de nuestro sistema planetario.
Me identificó con muchas cosas aquí.
No pensé que nuestro Padre tuviera tanta fuerza en nosotras las hijas. Pero me encanta entender y transformar esa energía para mi poder y no para seguir con dolor y dudas.
Transformar la energía paterna en propio poder y no alimentar el dolor, me alegra que te hayas identificado y hayas resonado con el texto. Un abrazo.