Todo comenzó en una charla con un amigo sobre el famoso y desafortunadamente ya muy tolerado «síndrome del domingo». Esa clase de malestar que suele aparecer en las tardes de los domingos trayendo consigo una serie de sensaciones y emociones como desasosiego, apatía, melancolía, aburrimiento, a veces incluso molestias físicas, entre otros. Algo así como el «no me hallo» que decimos los paisas y que responde a asuntos que van más allá de la pereza.
Al conversar con él nos dejamos ir en una suerte de asociaciones de palabras e imágenes: vacío, inactividad, resaca, expectativas, cansancio, rutina, tensión, soledad, pasividad, miedo y televisión. Sí, televisión.
Me llamó mucho la atención llegar a esa palabra, pues me di cuenta que desde que prescindo de esa caja de imágenes, logro conectar con más facilidad con las imágenes internas y me he vuelto «inmune», por decirlo así, al síndrome del domingo. Entonces le propuse: ¡Apaga la tele y muévete!
haciendo alusión a los movimientos vitales que tanto me gustan y que ayudan a salir de esos estados de aletargamiento, a la vez que conectan el cuerpo y encienden la psique interna que es la tv de más alta definición que puede existir.
Y no solo la pantalla del televisor en exceso estupidiza, idiotiza e hipnotiza, son muchas las pantallas que pueden no ser saludables, pero quedemos por ahora en que el estar pegado todo el día a la tele no contribuye para nada a combatir el síndrome del domingo, apagarla nos enfrenta con dos asuntos bien interesantes: el tiempo y la relación con nosotros mismos.
Por lo tanto, el tedio y la escaza energía vital en ciertas horas del domingo, se pueden presentar también como signos de la activación de algún complejo psicológico y parece sólo poder contrarrestarse con la energía de la consciencia llevada al cuerpo.
La forma de romper con los círculos viciosos de actividad extrema durante la semana, grandes expectativas, no siempre cumplidas, para el fin de semana e inactividad extrema el domingo, puede ser el movimiento consciente: aquel que nos devuelve al presente y aviva la experiencia del cuerpo. De esta manera, descendemos de la actividad exclusivamente mental hacia una consciencia psicofísica, la sabiduría organísmica le llaman algunos. Dejamos de consumir imágenes fabricadas y nos llenamos de experiencias o imágenes propias.
A mi amigo le funcionó y poco a poco se ha ido dando cuenta de muchas más vías creativas para relacionarse con los complejos psíquicos una vez detectados. La mía como saben, es el movimiento. Saltar, danzar, cantar, caminar, estirar, pasear, escribir. No es simplemente «hacer ejercicio». Es apagar la tele y… moverse con y desde la vitalidad, tampoco se trata de no descansar y continuar con la hiperactividad de la semana; se trata simplemente de habitar el cuerpo y atender a su necesidad natural de movimiento.