…Y como nunca la he comprendido, pero sé bien que ha estado siempre presente en el discurrir humano, conviene entonces reflexionar, hacer una pausa para no reaccionar desde ningún lugar egoico privilegiado.
¿Cómo se reflexiona la guerra?
No me basta la emoción, ni la razón, ni me es suficiente aún la compasión; entonces busco, me sumerjo, buceo, y en la profundidad, hallo más profundidad en textos como «Un terrible amor por la guerra» de James Hillman, el cual me recuerda la importancia de comprender el origen para ir vislumbrando un poco el porvenir.
Guerra, palabrita detestable cuya acción y significado son monstruosos, más no por ello, lejanos ni atípicos. No hay mucho de nuevo en las guerras, hay mucho acontecer mítico en constante actualización, eso me está ayudando a entender este autor, al nombrar, por ejemplo:
“Los patrones arquetípicos de la imaginación, abrazan tanto a los eventos racionales como a los irracionales, tanto los normales como a los anormales. Estas distinciones desaparecen en la medida en que penetramos en los grandes universales de la experiencia. Culto y adoración; amor sexual; violencia; muerte, disposición final y duelo; iniciación; el hogar; los ancestros y los descendientes; la creación artística y la guerra, todos ellos son los eternos temas de la existencia humana que dan significado a los mitos.
En otras palabras, los mitos son las normas de lo impensable. (…) Esto quiere decir que para comprender la guerra debemos remontarnos a sus mitos, reconocer que la guerra es un acontecimiento mítico, que aquellos que están inmersos en ella son transportados a un estado mítico del ser, que su retorno parece racionalmente inexplicable, y que el amor a la guerra da cuenta de un amor por los dioses, los dioses de la guerra, y que ninguna otra narrativa -política, histórica, sociológica o psicoanalítica- puede penetrar (y por ello la guerra continúa siendo “in-imaginable” e “in-comprendida”) hasta las profundidades de la crueldad, el horror y la tragedia inhumanos y hasta las alturas de la sublimidad transhumana, mística.
La mayoría de las restantes narrativas abordan la guerra sin el mito, sin los dioses, como si estuvieran muertos y se hubieran marchado. Sin embargo, ¿en qué otro ámbito de la experiencia humana, salvo en la agonía del ardor -ese extraño aparejamiento del amor con la guerra- nos encontramos transportados a una condición mítica en la que los dioses cobran realidad?”. (James Hillman. Un terrible amor por la Guerra)
Esto me sirve para comprender un poco lo incomprensible, pero no lo hace más tolerable en términos humanos. Gracias a este y a otros autores por iluminar con palabras las palabras malditas como guerra.
Tanta sombra colectiva puesta en la individualidad de unos pocos, tanto desconocimiento de sus móviles macabros es además, lo que la perpetúa y nos incomoda. Lo «impensable» de la guerra exige precisamente, reflexión humana, humildad humana, acciones humanas y también y, sobre todo, necesidad de darle un lugar y respeto a lo que está más allá de lo humano.