Hace varios años en el grupo de clínica y psicoterapia junguiana en Casa Jung Medellín nos ocupamos del estudio de la histeria. El rastreo del solo concepto nos remontó hasta Egipto, también transitamos por las discusiones entorno a los postulados Freudianos, los cuadros clínicos y el devenir histórico de los síntomas histéricos que denotan lo reprimido, negado, temido, desconocido y mancillado de lo femenino en hombres y mujeres, en todo un colectivo.
De la mano de Laurie Schapira, analista junguiana con su libro «El Complejo de Casandra» revisamos desde lo mitológico una especificidad de la histeria para comprender con la perspectiva de «complejo» esta dinámica inconsciente que acarrea entre otras, disociación, falta de reconocimiento de una sólida y suficiente matriz psíquica, con sus consecuencias físicas, y que además denuncia una cultura excesivamente apolínea en donde lo femenino y sus valores, siguen enfermos, así «histéricamente» se nos venda lo contrario.
Casandra era hija de Príamo y Hécuba, reyes de Troya. Siendo niña, una noche después de una fiesta fue dejada junto con su hermano en el templo de Apolo. Al día siguiente cuando los padres regresaron les encontraron dormidos rodeados por serpientes las que al parecer purificando sus sentidos, le otorgaron el don de la profecía.
En una de las versiones más conocidas, es Apolo quien le promete el don de la profecía si ella accedía a entregársele. Casandra acepta y luego al tener el don de la adivinación se niega a estar con él. Apolo entonces la maldice escupiéndole en su boca y condenándola a que nadie le creería sus visiones proféticas. Así, su don sería ahora una fuente de continuo dolor. Casandra profetiza por ejemplo, el artilugio del caballo de Troya y su propia muerte a manos de Clitemnestra, pero sus profecías no fueron escuchadas.
Tantas Casandras ayer y tantas hoy que nombran lo que no se desea escuchar, que sin tener muy bien cómo, denuncian un deseo diferente al establecido por otros y mueren todos los días un poco, viendo, sintiendo y sin voz. Tantas Casandras veo en el consultorio en queja de no ser reconocidas y en mis sueños el recuerdo del oráculo primigenio perteneciente a la diosa y no a un dios. Muy atinada Schapira al afirmar que «Casandra personifica el conflicto arquetípico entre los valores matriarcales y los patriarcales, ambos compitiendo por la supremacía y carentes de la conexión del Eros».
Yo quise hacerle un homenaje a la Mujer Casandra con un pequeño cuento oracular, una profecía para Casandra:
SUSURROS DEL INTERIOR DE LA TIERRA
En una de las noches de la octava luna del año, una de esas noches calurosas y aparentemente quietas escuché cómo desde las mismas entrañas de la tierra emergía, casi imperceptible, un susurro; y como me suele pasar muchas veces, mi oído se agudizó al extremo de percibir nítidamente tal sonido, y decía más o menos así:
-«Aquel que escupió en la boca-vientre de la sibila, será condenado a escuchar incesantemente los gritos y quejidos por sus sofocos.
Aquella que cayó presa de su no saber, de su no poder saber, tendrá que recorrer el camino inverso hacia el origen, antes de encontrar su propia voz. Y en los dolores silenciados de su cuerpo hallar y reconstruir de nuevo y para siempre, el templo de la Madre, y sostenerse allí.
Casandra, Casandra, Casandra.
Imagínate mujer, un ser humano que no huya de sí mismo, de su desconocida verdad, sino que la busque en el interior de su seno sombrío.
Casandra, Casandra, Casandra, usa los venenos serpentinos como remedio homeopático para tu dolor y no como sedación de tus visiones.
Haz realidad un día en el que ojo, garganta y vientre en conjunción, sostengan amorosa la mirada de Apolo, aquel que hiere de lejos, para que ya no tema de ti, y ya no temas de él. Y así, el lejano, te lleve de la mano hacia el lecho donde vendrá además del placer, el sueño visionario, y recuerdes, recuerde, recuerden la potencia de un cuerpo femenino con un logos intuitivo en comunión con su opuesto, en bodas sagradas realizadas en la tierra para volver a fertilizar el cielo con aquellos vapores poderosos y creativos».
Al oír esto, que de susurro paso a grito, temblando mi cuerpo, escuché otra voz replicar:
-«bendita dadora y eterna señora ¿podré algún día volver a mi deseo?»
-«¿Qué quieres?» Emergió un aroma a pregunta del interior de la tierra.
Y aquella voz tímidamente respondió:
-«Quiero verme de nuevo siendo dueña de mi sexo y mi saber, bailando en el centro de mi visión. Cantando la canción de la verdad y contrayendo el vientre de placer fecundo, horizonte de una creatividad segura. Quiero todo esto en vida, no en recuerdo sino en pálpito presente».
Y aquella entraña sagrada con olor a rosas y fuego respondió:
-«Respira, abre los ojos, pronto las diosas volverán a cantar los secretos del vientre, y la matriz otrora errante, tendrá por fin asidero en mi corazón, en el corazón de la madre tierra.
Casandra, en el corazón de la diosa está tu silencio».
Y escuchando esto último, brillo una estrella en el oscuro cielo.