LA LLUVIA

Campo de trigo en lluvia. Van Gogh

Como suele ocurrir en mi espacio terapéutico, hay ciertas épocas en donde se presentan temas, síntomas, asuntos unos más protagonistas que otros, y como rachas magnéticas atraen aquello que por resonancia, me compete, me interesa, me atraviesa, me pregunto, o sencillamente puedo recibir sin escándalo y con respeto.

Durante las últimas semanas, junto con la lluvia, han llegado la nostalgia por pasados lejanos, además del no sencillo y siempre presente asunto de la muerte (los duelos, los cambios, las pérdidas), han llegado mujeres y hombres con quejas de desensibilización, con lágrimas cristalizadas y recuerdos petrificados en territorios muy desolados de su psique, de su alma.  Amores vueltos desamor perviviendo aún como fantasmas pidiendo «sagrada sepultura»; y otros en esperas eternas, “Penélopes” ausentes del presente y con la mirada empañada, susurrándose en secreto:  volverá, seguro volverá.

Con la lluvia llegan estas imágenes mostrándome una vez más la fuerza de las estaciones del alma y visibilizando que en nuestros ciclos afectivos también es importante dejar ir, una y otra vez aquello que ya partió.  Y digo una y otra vez quizá porque en el repaso circular volvemos y lloramos recuerdos que necesitan ser pasados por agua, lloverse para fertilizar de nuevo nuestra tierra emocional despidiendo, sobre todo, viejas identidades asociadas a vínculos con otros, a historias de amor.

El amor como acontecimiento del alma:

Si bien se nos enseña a trascender procesos, madurar y a continuar el camino de la vida «hacia adelante», psicológicamente hablando, especialmente, crecemos es en profundidad, y nuestra alma se alimenta de todo aquello que sea imagen fecunda de emociones y sentimientos que nos devuelven al campo humano, al humus, a la memoria de nuestra especie plagada de códigos de separación, reencuentro, esperas, pérdidas, ilusión de unidad, promesas cumplidas y rotas, votos y lealtades, apego y amor.

Por eso cuando junto con los pacientes visitamos el ámbito psíquico de la nostalgia vamos también en la búsqueda de aquello que quedó en distancia sólo desde el dolor para reunirlo con delicadeza en el hoy, reconociendo así que en el alma se entretejen pasado, presente y futuro.  Los viejos amores y las viejas historias inconclusas pueden generar muchos suspiros, pero también pueden ser inspiración, de tal forma que ese pasado pueda ser ahora un fundamento y ya no sólo un lastre.

Así, la tierra seca, lastre emocional, es mojada con la lluvia transformándola en un primer momento en lodo, pero a veces, muchas veces, en el lodo húmedo y fangoso, está también la perla.

Como vuelven las lluvias, vuelven los recuerdos y vuelven para invitarnos a volver la mirada al pasado, volver a amar lo amado sin tanto dolor (esa es la perla) y no quedarnos sólo esperando a aquel quien alguna vez amado, vuelva.

Tal parece que al alma le gusta recordar con la lluvia.

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