Suelo tener cerca en la mesita de noche al menos un libro de poemas así no recurra a él a menudo sino en ciertos momentos de mente atiborrada o en ocasiones en las que el «llamado» es imposible de ignorar. Y por estos días ha ocurrido, sobre todo al toparme de nuevo con «Cartas a un joven poeta» de Rainer María Rilke. En este pequeño librito he encontrado grandeza y sabiduría de poeta que conoce los desafíos y exigencias de su oficio.
Los artistas, entre ellos los escritores y poetas, son para mí seres con un destino definido por la belleza creadora. En la poesía la creación se imprime en las formas del lenguaje comunicando lo indecible. Y si de algo está llena la existencia humana es de asuntos innombrables que ellos saben capturar y transforman en figuras, frases preciosas e imágenes evocadoras de aquello ajeno, propio, compartido, universal.
Hoy amanecí pensando en la poesía porque pude celebrar su día viendo un documental que les recomiendo: «Walt Whitman. Poeta de eternidad», sobre la vida y obra de este personaje encantador; y me conmoví bastante al conocer su historia. Un hombre quien siendo muchos a la vez, caminó entre la naturaleza, la muerte, la nación, la enfermedad y la guerra. Hombre poema.
Creo que la necesidad en este experimento humano de rastrear y encontrar la belleza tanto aquí, en el horror subjetivo, como allá en el absurdo manifestado, está calcada en la poesía. Por eso como decía Emerson, citado también en el documental:
"El poeta se sitúa entre los hombres parciales, en representación del hombre completo. El poeta es el hombre sin impedimentos que ve y maneja lo que otros sueñan, que recorre la escala entera de la experiencia".
¡Sí que admiro a tales almas!, plumas que logran escribir tratados, versos, párrafos sobre algo tan puntual y universal como un color, por ejemplo, y entonces en un poema el color verde quizá, se nos hace experiencia vivida y cercana, alusiva a un sentimiento; o sobre una forma, una emoción, una historia, un momento, un lugar, un gesto…
Los poetas se anclan como manglar al suelo inestable y fangoso de la escritura, sus raíces toleran la sal de un suelo no firme y sus ramas se retuercen en busca de la inspiración o simplemente dibujan los caminos de los días en donde lo único que les es posible es escribir.
Encuentro entonces en la poesía paz, y asombro ante la plenitud de la vida contada con todos sus matices por seres como Emily Dickinson, Neruda, Benedetti, Pombo, Gabriela Mistral, Pisarnik, Borges, Cortázar, César Vallejo, Pessoa, Virginia Woolf, Rumi, Sabines, Lao-Tse, W.Whitman, Gioconda Belli, Yourcenar, Holderlin, Verlaine, Santa Teresa, Vicente Huidobro, Mutis, Porfirio Barba Jacob, Víctor Hugo, Blake, Lorca, Sor Juana Inés de la Cruz, Wilde, Keats, Yeats, Eliot, Tagore… Y tantos más que anhelaría poder leer en sus propias lenguas. Gracias a ellos, amigos oportunos según la hora del día. Malditos y benditos siempre. Eternos.
Siempre me ha inquietado la poesía. A veces he sentido mayor cercanía con ella, otras veces lejanía, indiferencia y otras frustración, como si fuera una región que algunos, familiarizados o con sensibilidad para procesar los símbolos y las imágenes que contiene, transitan con relativa facilidad o conexión y que a mí se me hace ardua, lejana. Cada tanto vuelvo a ella, para leerla cada vez más lento, (creo que la velocidad es enemiga de la poesía) y depronto alguna cosa vislumbro ahí. No me cabe duda de que la experiencia del poeta difiere de la del hombre corriente. Casualmente he leído la cartas al joven poeta últimamente.
Santiago, estoy de acuerdo contigo a propósito de la variable del tiempo y la velocidad en la poesía. Me ocurre igual, leo cada vez más lento. Y me alegra que estés con las cartas de Rilke.
Saludos y abrazos.