«Un elefante con su tronco levantado es una escalera hacia las estrellas. Una ballena rompiendo es una escalera al fondo del mar. Mis películas son una escalera para mis sueños». Gregory Colbert
Hoy quiero recomendarles una película preciosa que me conmovió e inspiró profundamente: Cenizas y Nieve. Obra del fotógrafo y cineasta Gregory Colbert. Un artista que resalta la experiencia del contacto con la naturaleza, la implicación e interacción entre animales y seres humanos.
Cuando era niña solía fantasear con que me podía comunicar con los animales de manera clara y directa, es decir, con un lenguaje único entre ellos y yo. Sin embargo, no tuve muchos cerca. Mi padre me decía que ellos pertenecían a un mundo más natural que nuestras casas o apartamentos citadinos, por eso quizá me acostumbré a observarlos a una prudente distancia, tratando en silencio de no perder ese lenguaje único; sentía que de alguna manera, la conexión no se perdería si los respetaba (como me enseñó mi padre), al tiempo que permanecía receptiva cuando ellos se acercaban a mí. Así que mis «mascotas» más queridas fueron los pájaros que habitaban el árbol frente mi casa, especialmente un carpintero; las maripositas del jardín; gatos y perros que se me acercaban en la calle, ante los cuales siempre hacía reverencia; gatos y perros que cuidábamos eventualmente cuando sus dueños salían de vacaciones; muchos murciélagos que huían del miedo de quienes no les conocen, lagartijas en la cocina, una serpiente y una iguana que estuvo a punto de ser asesinada en el pacífico colombiano. Soñaba recurrentemente con elefantes, ballenas y leones.
Narro estos pobres episodios con el mundo animal para precisamente resaltar que a pesar de ello, nunca perdí la conexión, nunca perdí la fantasía y ahora, la certeza de la permanente y necesaria interrelación entre las especies. Cada especie posee una inteligencia especial, una información y datos que necesitamos para evolucionar en conjunto. Por ejemplo, un elefante no puede ser más que un elefante, un águila es un águila hasta la perfección, parece obvio y tonto, pero esa autenticidad e implacabilidad de la naturaleza es digna de recordar y exaltar. Tenemos mucho aún por aprender y respetar sobre los instintos que hemos tratado de olvidar en aras de la civilización, pero que se repite e impone, pues es el código de la vida lo que nos une en un destino semejante como especie.
En cenizas y nieve recordé hasta la lágrima todo esto. Y además de la experiencia estética, experimenté el descanso de la contemplación. Sí, la contemplación, pues más allá de la belleza formal de las imágenes en unos tonos ámbar y sepia, es la contemplación el lenguaje posible entre códigos de comunicación aparentemente imposibles. La película a su vez, le exige al espectador tal actitud contemplativa para dejarse envolver por los movimientos delicados, los toques sensibles y furtivos entre los animales, el entorno y los humanos, junto a las memorias que ello suscita. Las imágenes van acompañadas de un texto, el relato de unas cartas escritas por un hombre a su esposa durante un año de viaje.
La fuerza de la imagen en cenizas y nieve toca emociones muy hondas asociadas a la estadía en un planeta como la tierra. Desde 1992 este artista ha viajado por todos los continentes capturando las más hermosas especies de animales y todo este registro invaluable lo exhibe en un museo itinerante que hace exposiciones en las principales ciudades del mundo.
«Colbert cree que hay un deseo compartido de que todas las especies participen en una conversación universal. Él ve a la naturaleza como el narrador más grande de todos y él mismo como un aprendiz de la naturaleza. Sus obras son colaboraciones entre humanos y otros animales que expresan la sensibilidad poética compartida de todas las especies» (tomado de la página del autor).
Esta sensibilidad nos permite imaginar, soñar a través de sus imágenes con un recuerdo perdido de comunión con todo lo vivo. Ver a través de los ojos de un elefante, respirar como una ballena, volar con y como un águila. Imágenes oníricas que nos activan el inconsciente. ¿Quién no ha soñado con algún animal? O ¿Quién no ha sido alguna vez un animal en un sueño?.
Los animales son para Gregory Colbert “obras maestras vivientes de la naturaleza», así nos las revela en su película y obra. Con esta idea los invito a ver, contemplar y disfrutar de Cenizas y Nieve.